20 de abril de 2018

⚔💥 Ángeles y Demonios - Preparados para el ataque: Capítulo 8 ⚔💥



Ángeles y Demonios
Preparados para el ataque
Capítulo VIII

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Peach

Veía por aquella ventana entre abierta como uno de los Edotenienses atrapados por el ejército de Sarasaland, era sometido a múltiples torturas tanto como físicas, como mentales. Era tan sorprendente la escena que la joven de cabellos rubios no pudo evitar observarla detenidamente hasta el final. Ese repugnante líquido color carmesí, manaba de diferentes partes del cuerpo destrozado de aquella alma tan desafortunada. Gritaba de dolor, poniendo toda la resistencia que podía, intentando salvarse. Suplicaba fuertemente que le dejasen en paz, pero era como si los Sarañenses le ignorasen por completo, dejando de lado sus lamentos. Por todo su cuerpo había profundas heridas causadas por latigazos horriblemente dolorosos, en sus manos, clavos enterrados con el propósito de mantenerlo inmóvil. Claro que la princesa no disfrutaba de este acto tan atroz por su puesto, sin embargo, pensaba en cosas como “¿Tendré que hacer tales cosas cuando los Edotenienses lleguen?”. Sólo se distrajo un momento para observar a su prima cuando  de pronto, los lamentos y giritos de dolor se detuvieron. Miró nuevamente hacía la ventana, llegando a percibir con su vista, que el joven Shando yacía completamente inmóvil en el hirviente suelo arenoso. Su cuerpo teñido de su propia sangre carmesí, sus manos, cubiertas igualmente con aquel líquido. 
Todo indicaba a que el joven ya estaba muerto. ¿Castigar de la manera más atroz a los enemigos que hacen sufrir más es la manera correcta de hacerles reflexionar?, la respuesta de una persona pacífica sin mucho conocimiento sobre las guerras civiles y el sufrimiento de otro, contestaría con un sincero “Si”. Sin embargo, la ideología de los Sarañenses era otra… ¡Claro que es la manera correcta!,  nada de unirse al enemigo si no se puede con este, ¡Tomas un pieza importante de su ajedrez y derrotas a todos! Pero… ¿Por qué gastarían su tiempo en torturar a un simple peón?, pues al parecer aquella alma no es un simple peón después de todo. El cuerpo sin vida que yacía tirado en la arena, era uno de los jefes más fuertes de las múltiples tropas Edotenienses. La joven princesa se retiró de la ventana al saber que aquellos actos tan horribles habían terminado. ¿Acaso no sentían culpabilidad?, aunque su corazón estuviese teñido del color de la traicionera e inmensa oscuridad, todavía quedaba un poco de resplandor.- ¿Cómo les  estará yendo por allá?...- Suspiró pesadamente, a la vez que pensaba en qué estaría pasando en Mushroom, ¿Les estaría yendo bien?, vaya que tenía muchas dudas sin resolver aún. Quería regresar a su reino, sin embargo, eso sería extremadamente arriesgado gracias a las tropas Edotenienses que les rodeaban. Tenía tantas ganas de regresar…pero obviamente no iba a dejar sola a su única prima en esto, lo prometió y no iba a romper la promesa…estaría allí apoyándole en lo que necesitase…como cualquier familiar lo haría.

Mushroom

El oji-carmín buscaba con la mirada a su compañero quien se escondía con el fin de no afrontar su cruel realidad. Sus botas de piel color negro resonaban por todo el vacío pasillo entre los cuartos, lo que alertaba al caballero. En aquella situación, ambos se asemejaban a un depredador y su débil presa, quien corría con presteza e intentar salvar su mísera vida de su atacante. El caballero nunca se había comportado de esa manera tan “infantil”, pero ¿quién no sufriría en aquellos momentos de frustración? No soportaría ni un día más como rey…y lo peor para él, es que apenas era el 3er día de su mandato temporal. Estaba desacostumbrado a la vida de un soberano, pues era MUY diferente a la de un caballero. Asistir a diferentes lugares en los cuales había largas pláticas que alcanzaban el máximo de 3 horas…y en esas 3 malditas horas tenía que contener su postura y hablar en un tono solemne. No se le permitían muchas cosas, entre ellas luchar… ¿Qué clase de caballero no lucha por protección propia?, ya estaba completamente harto. 
Sabía que era muy cobarde de su parte esconderse para no afrontar su brutal realidad, sin embargo, fue lo único que se le ocurrió en esos momentos. Se negaba a salir de su escondite, pues sabía que seguramente si Hideaki le descubría, lo obligaría a ser rey de nuevo, que fastidio.- ¡Meta! ¡Carajo! ¡Ya sal! ¡Pareces un pinche morro escondiéndose de un monstruo inexistente! –El azabache también estaba harto, no era muy paciente que digamos, por lo que se fastidiaba fácilmente…demasiado. “¿¡Me crees un imbécil?! ¡No saldré de aquí hasta que la maldita semana se acabe!” Escuchó los gritos hartantes del  caballero a lo lejos.- ¡Te estás comportando como uno! –Intentaba con todas sus fuerzas mantener su ímpetu, dejando de lado su idea de matar al peli-azul a golpes. Continuaba buscando por dónde exactamente había provenido la voz del caballero, vaya que era muy bueno escondiéndose.- Meta…-Su tono de voz se tornó a uno comprensible, como si le estuviese hablando a un niño pequeño que le teme a la oscuridad.- ¿Crees que escondiéndote de tus problemas acabarás con ellos?... ¿Qué les dices a todos cuando están deprimidos con sus problemas?... ¿Qué se rindan?....- Si el azabache no hubiese pronunciado aquellas palabras, seguramente el caballero contestaría con ímpetu, sin embargo, prefirió quedarse en silencio.- Tienes que enfrentarte a ellos de frente…eres más fuerte que ellos, pero si no lo demuestras, seguirán atacándote hasta la tumba, muriendo con el pensamiento de…”¿Por qué no hice esto?”...-¿Desde cuándo Hideaki pasó de ser un demonio sin corazón aparentemente maligno, a una persona tan comprensiva? , parecía como si un milagro hubiera hecho de las suyas. Intentó imitar el tono de voz del caballero, sin embargo, parecía como si estuviese ronco o algo por el estilo. Hideaki esperó unos momentos en completo silencio la respuesta del caballero, deteniendo su caminar para escucharle perfectamente evitando confundir palabras.- Ahora…¿me responderás? –Había logrado su cometido, acorralar al caballero con preguntas, de modo que tuviese que responder para zafarse de  su trampa. Nuevamente, el peli-azul se quedó en silencio, preguntándose cómo debía de contestar ante las preguntas del demonio azabache.- Meta…-Antes de proseguir con la oración, el tono sosegado del caballero le detuvo. “Debe de ser el milagro de un ángel…aun no entiendo como tus palabras pudieron hacerme reflexionar… ¿fue actuado o a propósito?”. 

Hideaki hizo una mueca de disgusto ante las palabras de su “presa”, pero al menos consiguió respuesta, la cual…le ayudó a encontrar el lugar en donde yacía el caballero desde hace horas. El lugar más obvio, lugar el cual nunca se atrevió en poner si quiera un pie por temor a lo que había adentro….el desván. Sentía escalofríos cada que se acercaba, presentía que algo malo iba a pasar, después de todo, su olfato percibía un fuerte e inmundo olor a sangre…y lo peor era que parecía estar ahí desde hace años…Así que pensó que lo mejor sería hablarle desde las afueras del cuarto y esperar a que saliese de ahí. Ahora, la puerta estaba frente suyo, tomó aire con el propósito de gritar para que el caballero saliese, sin embargo, el sonido de la perilla detuvo su acto. ¡Por fin había salido!, el demonio azabache suspiró aliviado, se había tranquilizado un poco más con el hecho de que sus palabras hubiesen sido lo demasiado correctas como para convencer al peli-azul de salir de ese inmundo cuarto, el desván. Ahora que le tenía de frente, se notaba a simple vista que el joven caballero era un poco más bajo de estatura que el demonio, por unos cinco centímetros más o menos. 


Empujó suavemente al oji-carmesí, indicándole que se hiciese a un lado, este entendió perfectamente a lo que se refería, por lo que obedeció a la petición.- Meta…-Nuevamente, fue interrumpido. “Si me vas a sermonear mejor guárdate tu palabras…tendré que seguir con el mandato de todas maneras”. Sus palabras se negaban a separarse de aquel tono sosegado que tanto les caracterizaba, sin embargo, esta vez era más un tono frío e indiferente, como si fuese su primer día en el castillo evitando cualquier contacto y conversación posible. El caballero detuvo su caminar con un fuerte golpe en el piso causado por sus metálicas botas. Dirigió su mirada a Hideaki…era…una mirada fría, a la vez sosegada, que pedía ayuda, que le sacasen de ahí, sin embargo…todas esas emociones intentaban ser solapadas con frialdad e inferencia. Sus ojos poseían un color amarillento gracias a la poca luz que recibían a causa de la máscara que los cubría.

-¿Pasa algo? –La voz del demonio se negaba a separarse de su tono sosegado, no quería  verse débil ni mucho menos sumiso como lo era hermano…y al parecer su contrario pensaba lo mismo que él. Se asemejaba a una competencia de miradas, que el más débil perdería derechos y oportunidades, si se pensaba seriamente…sería horrible.

-Un rey debe tener a su leal consejero ¿cierto? –El demonio azabache asintió levemente con la cabeza.-  Pues quisiera que tú fueses mi consejero por este lapso de tiempo…-Aquellas palabras solemnes, acompañadas de la actitud sesga del caballero, hicieron que el demonio junto con el castaño quedasen perplejos. Uno estaba de acuerdo, y el otro se negaba rotundamente a ayudarle. “Hideaki…si aceptas la propuesta de ese cabrón, voy a…” Antes de que pudiese terminar la oración, fue interrumpido por el azabache.

-Claro…además, quisiera saber un poco más sobre la realeza -¡Era como si no hubiese dicho nada! El castaño le odiaba más cada momento que pasaba. Sabía perfectamente que el oji-carmesí no quería estar ni un segundo con el caballero, ni mucho menos saber más sobre la realeza, pues eso le aburría, ¡Pero por supuesto! Con tal de llevarle la contraria a Hikaru… “Hideaki… ¡Eres un maldito imbécil!” Fueron las palabras que resonaron unos momentos en la mente del azabache

El caballero sonrió cálidamente, para después dar media vuelta y retomar su camino. Tenía la apariencia de un rey, educado, serio…ahora parecía más rey que caballero ¿Al fin se lo había tomado todo en serio? o simplemente era para “encajar” y seguir las normas que cualquier rey debe cumplir.- Es un desastre –Susurró para sí. Apenas comenzaba a conocer un poco más al peli-azul y sin embargo, le estaba cayendo bien. “¿Más que tú? no creo…” Ahora ambos chicos se odiaban más de lo que ya, parecían perros y gatos. Paseó un rato por los pasillos silenciosos de los cuartos, cuando llegó a la pieza de su hermano menor, Martín. De pronto su mente recordó que estaba enamorado de ahora su “rey” por lo que comenzó a preguntarse con algo de miedo “¿Qué pasará si le digo que soy su consejero?” “¿Me matará?” “¿¡Me linchará?!...bueno eso es lo mismo (¿” Sabía que el albino protegía sus pertenencias a capa y escudo, por lo cual no era muy recomendable meterse con ellas si no quería serios problemas…“No creo que se enoje… ¿o sí?”, Hideaki era el que le temía más a Martín de los dos, pues había estado presente de algunas escenas donde su enfado es tanto, que es capaz de linchar a su “presa” y quien tenga el suficiente valor para defenderle. Podría tener un comportamiento algo sumiso acompañado de inocencia, sin embargo, sólo era para solapar, literalmente, su “demonio interior”…o al menos así se refería Hideaki cuando se enfadaba demasiado.

Mientras con una de las extensas tropas Edotenienses que yacían en la hirviente arena Sarañense, se encontraba sollozando por su difunta amiga un joven de cabellos castaños como un roble, piel blanquecina y ojos achocolatados. No podía mostrarse débil, ni llorar, pues era un signo de la misma debilidad, ¿Por qué su familia le evitó recobrar su apellido “Induskah”?. Venía montado en un caballo del mismo color achocolatado que sus ojos. Secaba lentamente sus lágrimas cristalinas que le ayudaban a desahogarse en silencio. Evitaba ser ruidoso y distraer a sus compañeros, haciendo así más difícil la misión. En todo el camino no había un momento en donde varios de sus compañeros de tropa le gritasen con un tono despreciable “Deja de llorar, niña” “¿Por qué vas montado en un caballo?, ¡Ese es trabajo para hombres!” “¡Pinche joto, mejor ve y consíguete un novio, a ver si dejas de molestar!” ¡Tenía tantas ganas de gritarles cosas horrendas! torturarlos de la manera más vil posible…pero debía controlarse, después de todo, eran su “única familia”. Una joven peli-azul igualmente  montada a caballo, se acercó al adolorido castaño.- Josmar, ella está bien…sabes que nuestros Majīrā podrán regresarle a la vida –Su tono de voz era cálido y suave, como si le estuviese hablando a un pequeño niño que perdió su juguete favorito. Los “Majīrā”, o su traducción literal a nuestro idioma, “Brujos curanderos”, son, como el nombre lo indica, una especie de brujos combinados con los conocimientos de un curandero. Son capaces de hacer que un muerto vuelva a la vida, pero con algunas normas. Se deberá evitar a toda costa que el paciente recuerde como murió y sus recuerdos anteriores. Nunca, ¡pero nunca!, deberá hacer contacto con sus amigos antes de que muriese. ¿De qué serviría que Ariana estuviese vida si no lo reconocería ni podría hacer contacto piel a piel con él?

El castaño respondió con furia, odiaba que le mintiesen.- ¡No! ¡No estará bien! ¡No recordará a nadie!...Ni mucho menos a mí…-Las palabras de su mayor sólo lograron herirle más de lo que ya estaba.  La peli-azul comenzaba a hartarse, no era muy paciente, era más de usar la violencia para calmar a sus contrarios. Y así lo hizo, lanzó un golpe en la mejilla derecha del castaño, dejándole una marca, indicando que aquel golpe había sido demasiado fuerte. El de ojos achocolatados le miró directamente a sus ojos verdosos.- Señorita Luxían…

-¡No quiero volverte a oír tales cosas! ¿Bien? ¡Eres un caballero Edoteniense! ¡No deberías darte por vencido tan fácilmente! –Su voz dominante no tenía comparación, ni los jefes más valientes de otras tropas se le podían comparar a la joven, por algo es regidora de una de las tropas Edotenienses más extensas. Nadie recordaría su pasado, no era la Luxían de hace 6 años, ¡Ni mucho menos la de hace 10!... una versión mejorada de ella misma, prefería que le llamasen por su nombre completo…Luxían Gürovich. 

Martín

El joven albino de estatura media, buscaba con su mirada radiante color zafiro a su hermano mayor, Hikaru. Había recorrido ya todo el castillo y ni rastro de él. Formulaba en su mente algunas posibilidades, sin embargo, ninguna tenía sentido aparente. ¡Era hora de volver a Xhixhata!, ya se lo había advertido hace algunas semanas, pues no podían dejar el hospital completamente solo por mucho tiempo, ya que en Edo no abundaban los hospitales ni centros de salud, por lo que serían el único hospital en pie que se denomine como “Edoteniense”. Las múltiples guerras internas les hacían tener pacientes junto con la “Fama” sin embargo, eso era lo que menos les importaba. ¿Se habría escondido sólo para no regresar?, era cierto que el territorio de los Shando no era muy seguro que digamos, y a comparación de Mushroom, sería el mismo infierno. 
Aunque en ese caso ¿Por qué lo haría? después de todo, han pasado casi toda su vida en aquellas tierras, por lo que no desconocían la manera de luchar o defenderse de casi cualquier enemigo. Los Uirusu junto con los Okami son débiles si se compara su fuerza con los Shando. Es extremadamente peligroso entrar a territorio Edoteniense si no se es del clan, y mucho peor si se es descendiente de clanes enemigos o traidores, como lo son los  Yamamoto, Knight, Tsuki, Okami y Kyandoru. Se han creado varias guerras de clanes devastadoras, causando entre una de ellas, el genocidio de un clan completo, del más fuerte en su tiempo… los Sabaku. Hasta ahora se han creado seis guerras, de las cuales la tercera fue la más catastrófica. Desde que los Edotenienses lucharon por su independencia ante los Sabaku, no han parado los ataques entre clanes e incluso internos.

Al joven albino le abatataba el hecho de que en su corta vida fuese testigo de la séptima guerra y lo peor…morir en ella. La palabra “Pacífico” no existe en el diccionario de los Shando, pues por algo es catalogado como el “clan genocida” y hasta ahora no se le ha retirado su mandato. Su sociedad aún sigue siendo retrógrada en algunos sentidos, como que las mujeres no tienen algunos derechos que los hombres sí, no tienen el permiso de luchar en guerra ni mucho menos de gobernar. Pero hay casos especiales…Ariana es la consejera de Shinnosuke, pues sólo algunas mujeres han sido capaces de romper las reglas a las que les atan desde pequeñas, y demostrar que sus potenciales son aún más grandes de lo que parece. Como si fuese un maldito laberinto, buscaba atento entre puerta y puerta a su hermano mayor. Seguramente su hermano no tenía ni la más mínima pizca de miedo ante volver a Edo, sin embargo, el joven albino sí. Le aterraba el volver a aquellas tierras infernales, extrañaba algunas cosas pero ya no le importaban en lo más mínimo, ahora su hogar era Mushroom, su familia era Hikaru y su amado caballero ¿Qué más podía pedir? Sin embargo, ¿quién cuidaría de los enfermos? ¿Quién les curaría cuando su vida esté en peligro? En la mente del albino se había creado una inmensa guerra entre quedarse en Mushroom o regresar a Xhixhata ¡Como si fuese una decisión de vida o muerte! Suspiró harto, se estaba cansando de buscar, por lo que prefirió salir al jardín y descansar un rato. 

Mientras se acomodaba en la verdosa hierba de los inmensos pastizales, escuchó un ruido de baja intensidad, pero que su oído pudo apenas percibir a pesar de los múltiples ruidos. Gracias a la pereza que tenía en esos momentos, gateó hacía el arbusto del cual provino el  ruido. Retiró las sensibles hojas color verde, para encontrarse con un tierno conejo de color blanco como su cabello. Sus ojos color zafiro brillaban por la emoción. Abrazó suavemente al pequeño conejo como si de un niño se tratase para después comenzar a acariciar su blando pelaje. Nuevamente se acomodó en la hierba de los pastizales sin soltar al conejo.- ¿cómo llegaste aquí, pequeño? –Preguntó con suavidad, como siempre lo hacía. Seguro sería un buen padre, sin embargo, eso causaría que Hikaru muriese de un paro cardiaco. ¡Era tan tierno! ¡Quería matarle a besos! El pelaje de aquel animalito era tan suave, que más se asemejaba a una almohada. Seguía acariciándole, su hermano nunca le permitió tener mascotas en la casa ni mucho menos en el hospital, pues decía que solamente sería una carga más para su bolsillo…como si tuviese tanto dinero. Se encontraba completamente sumido en sus pensamientos, ignorando todo lo que le rodeaba, sólo eran él y su pequeño conejo. 

“Buenas tardes, Martín” una voz conocida para sus oídos lo sacó de sus pensamientos. ¡Sin ninguna duda era su amado caballero! ¡Nunca olvidaría su sesgo tono de voz!, aunque… ¿Por qué tanta educación? Su caballero era una persona con carácter solemne, por lo que era extraño que no saludase sin decir primero un “buenos días”. Pero ahora… Se escuchaba como si le estuviesen obligando a decirlo, solapando con un tono sesgo. Miró al caballero aún sin soltar el conejo.- ¡Buenas tardes, mi caballero! –Contestó dedicándole una cálida sonrisa. ¿Estaba tomándose en serio su mandato como rey? La vestimenta que le “incomodaba” anteriormente, la traía puesta el mayor tiempo posible. Era como si el caballero hubiese cambiado de un día para otro sin razón aparente… ¿o en realidad era así?- Ya empiezas a acostumbrarte ¿cierto? –Fue lo único que se le vino a la mente para contestar, odiaba cortar la conversación y dejar un inmenso silencio por “semejante idiotez”. “Todavía no… aunque poco a poco iré acostumbrándome” Su tono sesgo junto con su voz grave hacían una combinación tan perfecta, que “hipnotizaban” por completo al joven albino. Más que caballero, ahora parecía un rey experto, que sabe lo que hace, sin defecto ni error alguno…como el mismísimo dios…una persona que al escribir, no borraría ni una mísera palabra…auto describirse como “perfección”

Nuevamente una parte más de esta mísera vida de infierno, donde nadie quiere afrontar su realidad, a causa del miedo y desgracias que pueden pasar. Preocupándose por un futuro indeciso, sin saber si realmente pasarán sus predicciones. Como si les gustase el lastimarse más de lo que ya están. Alejándose lo más que pueden de la vil realidad que les espera, refugiándose en sus cortos sueños, en sus anhelos que jamás se cumplirán…porque en esta vida, el pedirle un deseo a una maldita estrella sólo es pérdida de tiempo. Lucharán hasta derramar su última gota de sangre carmesí, envolverse en aquel manto de color rojizo, marcándose como héroes, que la guerra les arrebató la vida…y la de sus seres queridos. Les hizo sufrir de la manera más atroz posible, pensando si lo mejor es morir…un sueño en donde ni el beso más amoroso de un príncipe azul pudiese lograr despertar. 
El viento hace danzar suavemente los cabellos de sus víctimas, dos almas que la vida se niega a juntarlas nuevamente. El destino quisiera romper las reglas a las que está atado, importándole muy poco lo que la vida le ordene, pero… ¿Quién es más fuerte de ambos? ¿Quién es capaz de derrotar al otro?... Difícilmente podrán salir bien, ver de nuevo a sus amigos, seres queridos, familiares…La guerra arruinó la vida de muchas personas, derramó lágrimas de cristal, creó el chorrear de la sangre carmesí que chocaba con el piso, haciendo un mar rojo, lleno de dolor y sufrimiento, ahogándose en el rencor junto con odio. La sangre por resentimiento, donde las nubes perdieron su suavidad y tranquilidad, donde el cielo nunca fue azul, o no volverá a serlo jamás.
La futuras generaciones verán la guerra como una cosa simple, que es buena, que siempre existió y existirá, que matar está bien, disfrutar del sufrimiento de sus contrarios, ver de manera sosegada el río de sangre carmesí que las guerras antecedentes han formado, y ellos, contribuido en su crecimiento…puntos suspensivos se dejarán, nunca se descubrirá que fue lo que trataron de cubrir en su momento ¿ideas erróneos? ¿Pensamientos oscuros? La vida es un juego donde el humano más fuerte ganará, se camina sin rumbo aparente, solapando la indiferencia con una hipócrita sonrisa y actitud sesga; muchos secretos se saben a simple vista, otros con dificultas, unos a partir de pistas…otros como simple método de llamar la atención. Las nubes perdieron su sabor azucarado, siendo remplazado por un horrendo sabor metálico, adornando así, la cruel realidad…las nubes rojas de un mundo cruel…

-Buenas noches –Resonó una sesga voz por toda la cocina. Los sirvientes contestaron con la misma palabra, queriendo aparentar ser solemnes. Sus zapatos achocolatados intentaban hacer el mínimo ruido posible, evitando alterar a alguien. Aún traía el conejo en manos, no quería separarse de él, aunque con tales prohibiciones que tiene gracias a su hermano, tarde o temprano tendrá que despedirse. Sin embargo, al pequeño conejo no le molestaba en lo absoluto que el albino lo cargase y cuidase, como si aún fuese un bebé. Suspiró tranquilo, recordando la voz de su caballero, creía que ya estaba acostumbrado, pues su actitud era digna de un rey experto. Lo que más le sorprendió fue su respuesta ¿Aún no se acostumbraba?, parecía tomárselo todo en serio después de todo. Nadie se puede ser perfecto, por lo que seguramente necesitaría varios meses para acostumbrarse a la perfección. El tercer día comenzaba a acabarse, con el sol despidiéndose cálidamente, dejando paso a la luna para alumbrar el cielo estrellado, como todas las noches. Las radiantes estrellas hacían resaltar los ojos color zafiro del joven albino. Se asomó por su ventana, buscando nuevamente con la mirada a su hermano, no le había visto en todo el día (a excepción de la madrugada) y ya comenzaba a preocuparle. “Seguramente está bien…después de todo son fuertes, deben estar bien”…Intentaba convencerse a sí mismo, aunque sólo estuviese inventando. . La noche era tan sesga que podían oírse con extremada claridad las hojas caídas de algunos árboles, algunas danzando suavemente por la brisa. Sombras de animales nocturnos, el ulular de los búhos, tan tranquila. Divisó entre la inmensa oscuridad de la noche, una sombra algo conocida para su vista. Gracias a que no poseía una estatura aceptable para divisarla bien, tuvo que pararse de “puntitas” e intentar ver por la ventana. 

Odiaba ser “bajito” pues se sentía inferior e incluso incapaz de hacer algunas cosas que los demás si podían. Recargó ambas de sus manos en la orilla de su ventana, extendiendo aún más su vista y adivinar de quién era la sombra. ¿Era su caballero? ¿Su hermano? ¿La joven rubia? ¿Mario?,  su mente estaba repleta de preguntas sin respuesta aparente, y lo peor es que eran demasiado absurdas para su preocupación excesiva. Llegó un momento que su curiosidad por saber a quién le pertenecía la sombra era tal, que decidió subirse a la ventana…mala idea. Podía ser algo tonto y aventado a veces, sin embargo, esta vez fue demasiado. Gracias a su gran curiosidad infantil que poseía desde que tenía memoria, subió por la ventana. No le tenía miedo a las alturas, una de las pocas cosas por las que se alababa a sí mismo. Comenzó a distinguir el poseedor de aquella sombra, cuando de pronto, al quererse acercarse aún más y distinguirla con mayor facilidad….cayó por la ventana…. ¿Su vida acabaría? ¿Qué pasaría? ¿Dolería? ¿Lo mataría al instante? La única palabra que pudo llegar a su mente antes de caer fue “¡Idiota!”….hasta  que recordó algo, lo cual gritó a los cuatro vientos.- ¡Chingada madre, tengo alas! – ¿Se estaba volviendo un imbécil como para no recordar que los ángeles poseen alas? Antes de morir de la manera más estúpida posible, extendió sus majestuosas alas blancas, permitiéndole bajar hasta tocar el frío y rígido piso. Cruzó ambos brazos con enfado.- ¿Acaso soy tan estúpido?...-Su voz contenía un poco de enfado, algo raro en el joven albino. “Pues…al menos yo no lo creo”, de nuevo, aquella voz que tanto anhelaba volver a escuchar, resonó en sus oídos.




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