Ángeles y Demonios
Preparados para el ataque
Capítulo VII
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¿Qué era lo que estaba haciendo en ese momento? La noche había caído ya, alumbrada por la hermosa luna, árboles con sus respectivas hojas crujientes, el ulular de algunos búhos, una noche sin igual. Veía atenta por la ventana mientras sus largos cabellos danzaban suavemente gracias a la brisa dulce. Su olfato percibía un agradable olor, provenía de las afueras de aquella ventana, y aunque no estaba muy lejos, se negó a salir del cuarto.
Suspiró nostálgica recordando los días en los que se podía vivir en paz, en donde no había que formar estrategias…los días tranquilos de Mushroom…Las miradas de desprecio que recibía en Edo, no se comparaban al odio que se sentía en el espeso ambiente diario. ¿En qué lugar se puede vivir en paz?...Su habitación era tan silenciosa, que incluso el sutil “tic, tac” del reloj, lograba oírse claramente.
Que una noche fuese tan tranquila en aquel reino era algo sospechoso, pues las noches no eran tan sosegadas normalmente. Podían oírse las hojas caídas de los árboles siendo aplastadas por patas, pasos apurados de las presas intentando escapar, los gemidos de dolor de algunas desafortunadas que habían sido capturadas, dejando su vida a merced del adversario. Huesos rotos que resonaban de forma espantosa.
Divisó entre la niebla una sombra conocida para su vista y mente “¿Qué diantres hace caminando a estas horas y con semejante frío?” Susurró para sí. Sabía que a su amigo no le gustaba estar tirado en la cama por muchas horas (a menos que fuese para dormir o un descanso reparador), pues se sentía “inútil e inservible”.
Pero fue cuando percibió unos sonidos que demandaban más placer de lo que ya, que entendió él porque de su salida a semejante hora. No eran gemidos cualquiera, ni de dolor o sufrimiento, eran de placer. La joven Shando formuló algunas teorías, pero ninguna tenía sentido. Su habitación no estaba tan lejos del cuarto de los esposos del castillo, sin embargo, los gritos de la joven rubia eran tan fuertes, que podía escucharlos claramente a pesar de la distancia.
Ahora entendía por qué el caballero había salido al jardín ¿quién no se molestaría con semejantes gritos?, “Ni un poquito de pudor tienen esos cabrones” Pronunció como si ellos estuviesen enfrente de ella, escuchándola con atención y avergonzados de sus acciones. La joven princesa disfrutaba de su primera experiencia, sin embargo, molestaba la tranquilidad de algunos en el castillo.
Era incómodo oír gritos de ese tipo, y lo peor es que se sabían de qué tipo eran. Cuando decidió retirarse de la ventana dispuesta dormir, los gritos al igual que los gemidos cesaron. Suspiró aliviada ante la noticia aunque…seguramente seguirían de esa manera toda la bendita noche, rompiendo la paz sobre el castillo. “Ahora sé por qué la noche estaba tan tranquila”.
Mientras en las afueras del castillo, se encontraba el joven caballero, quien intentaba alejarse lo más que podía de aquellos ruidos. Sus azulados cabellos alborotados, danzaban sutilmente a causa de la sosegada brisa. La noche era hermosa, una luna llena la coronaba tal y como una cereza en el pastel más grande que se pudiese hacer.
Comenzaba a salir del jardín, adentrándose en la inmensa oscuridad del pueblo. Cualquiera que tuviese el suficiente valor como para caminar a esas horas de la noche por el reino, se abatataría a medio camino por los extraños y sospechosos ruidos de múltiples animales nocturnos, que mataban para alimentarse… ¿o quizás era por diversión?..
Sus botas metálicas hacían resonar fuertemente sus pasos alrededor de aquellas calles. Eran tan silenciosas…en todo el tiempo que llevaba en Mushroom, nunca pudo presenciar algo tan sublime y majestuoso tal y como la sosegada noche de esos momentos, envuelta en el manto nocturno repleto de centellantes estrellas color diamante.
Estaba tan atento admirando la sesga noche, cuando de pronto, un sonido estruendoso llamó su atención, a la vez que lastimaba sus oídos. Parecía provenir de un cañón, no muy lejos por su puesto pero… ¿qué reino está cerca de Mushroom?...Por un momento pensó que simplemente habían tronado una paloma (Para los que no son de México, la “paloma” es un tipo de cohete muy fuerte que hace un chingo de ruido), pero la idea se desvaneció por completo de su mente cuando volvió a escuchar el mismo ruido.
¿Por qué sonaban cañones? ¿Qué era lo que estaba pasando? Parecía no recordar que estaban en media guerra Edoteniense, y que eso les pasaría si no ponían atención a los ataques enemigos. Los Shando eran el mejor clan estratega, sin embargo, normalmente se rendían sin llegar si quiera a la mitad de Sarasaland, gracias a su mayor protección, las temperaturas extremosas, ya fueran frías o calurosas.
Pero no todo se queda igual, al pasar de los años, los Shando pudieron fortalecerse, al igual que sus estrategias, agregando varios planes alternativos en el caso de que el principal fuese un fracaso o se echase a perder. Ahora, el máximo hasta donde han llegado actualmente, es a Mushroom…pero quizás, esta vez sea la excepción.
El caballero salió disparado cuando al fin reconoció el ruido, recordando la guerra en la que estaban todos. Su capa se ondeaba majestuosamente gracias al viento y a la velocidad que llevaba en aquellos momentos. Entre la oscuridad nocturna, que parecía ser eterna negándose a irse, su sombra se asemejaba a la de un depredador persiguiendo a su presa, sin dejarle ni un respiro.
Apresuró el paso cuando llegó a oír el crujir de las hojas secas en el piso, que amenazaban con hacerle caer, quitándole mucho de su valioso tiempo. Llegó al castillo, abriendo la puerta de este con una patada, estaba muy apurado como para esperar que le abriesen. Subió con presteza todas las escaleras hasta alcanzar el cuarto de la joven rubia. Al saber que la perilla de la habitación estaba abierta, no dudó ni un segundo en adentrarse en esta…sin imaginarse que encontraría.
-¡Princesa! ¡Sarasaland está siendo ataca….do!....-Hizo una breve pausa al hablar mientras observaba perplejo la escena. La joven de cabellos dorados, junto con el castaño, yacían en la cama en una situación algo “comprometedora”. Salió lo más rápido que pudo del cuarto para después terminar de hablar desde afuera, mientras que en su rostro, había brotado un leve rubor.- Princesa…Sarasaland está en peligro….
Peach cubrió su cuerpo con las sábanas de la cama.- ¡M-Meta! ¡N-No es lo que parece!
-¡En este momento no me importa lo que estaba haciendo con Mario, Sarasaland está en riesgo! –Exclamó con enfado. Sabía que seguramente la princesa buscaría una excusa creíble para explicarle lo que pasó, obviamente sin dejar de hacerse la víctima.
La joven rubia comenzó a buscar su ropa entre las sábanas y poco a poco, vestirse para ir a Sarasaland. Nunca pensó que el ataque sería tan pronto, pues normalmente los Edotenienses tardan un poco más de tres semanas para llegar a aquel reino. Pero esta vez, fue demasiado pronto como de costumbre.
En pocos minutos, ambos jóvenes estaban vestidos y decididos de ir a Sarasaland, sin embargo, la princesa detuvo al castaño por un momento.-Mario…esta vez no podrás ir conmigo…no es porque no te quiera solamente que…te necesito aquí…para que ayudes a cuidar el reino por mí…-Como siempre, fingiendo el tono de voz. No era el mismo tono sincero con el que se dirigía al caballero…y eso le lastimaba.
El castaño simplemente asintió con la cabeza. La rubia depositó un pequeño beso en los labios de su esposo, para después, irse a Sarasaland en un carruaje junto a uno de sus sirvientes y el príncipe Marth. La hermosa luna alumbraba serenamente el paisaje en el reino, sin embargo, eso no mejoraba la situación. Antes de que la joven de cabellos dorados subiese a su carruaje, dirigió su mirada al caballero, quien estaba en las puerta principales del castillo esperando su mensaje.-Meta…confío en que podrás hacerte cargo de Mushroom por todo el lapso de tiempo en el que me encuentre afuera…gobernarás incluso mejor que yo…-Retiró lentamente de su resplandeciente cabello color oro, la corona real que siempre portaba encima de la cabeza.
El caballero tomó la corona en su manos, parecía ser tan frágil, que incluso daba la sensación de romperse si caía al suelo. ¿Cómo era que un objeto tan pequeño fuera tan importante para la “distinción”?. Sintió su brillo suave tal y como un diamante recién retirado de las tierras subterráneas. Contempló a la princesa por algunos momentos, dedicándole aquella mirada tan penetrante característica de él.-Haré mi mejor esfuerzo…princesa…-La última palabra fue difícil de pronunciar para el caballero, pues aunque estaba acostumbrado en dirigirse a ella de esa manera, ahora…sentía que algo se lo impedía, como si fuese a morir por decirle así.
El joven príncipe titiritaba de frío, al parecer, el clima cambió bruscamente de un momento a otro. La única sirvienta que venía con ella, retiró su amado y cálido sweater para dárselo al príncipe, evitando que le diese un resfriado a medio camino, impidiendo ayudar al pueblo Sarasañense. A Peach se le ocurrió una “buena idea” para que el caballero pudiese darle un poco de cariño…o al menos lo que ella entendía como ello.- Em… Meta…-Murmuró dulcemente a la vez que le dedicaba una mirada de perrito abandonado, haciendo que sus ojos color zafiro brillasen con la radiante luna.- Yo también tengo frío…
El oji-perla miró con indiferencia a la joven rubia, sabía que no tenía frío, solamente quería que se le acercase y cuidase de ella. Suspiró pesadamente, aclarando cosas en su mente, a la vez que intentaba no hartarse.- Que lástima…yo no puedo controlar el clima….-Contestó fríamente. Su voz era tan fría cuan invierno…o incluso esa misma noche. La princesa bajó su mirada, observando el piso. Se había ilusionado demasiado, pero conociendo al caballero…no iba a darle una pizca de cariño a alguien tan “hipócrita” como ella.
No le quedó de otra más que subir al carruaje, sus zapatillas hacían resonar sus pequeños y frágiles pasos cada que se intentaba acomodar dentro de aquel lujoso y costoso carruaje, hecho de los materiales más finos y decorado de oro. El caballero vio como la princesa junto con sus dos acompañantes iban alejándose cada vez más. Suspiró pesadamente, para después dirigir su mirada aperlada a la luna, la cual hacía brillar con intensidad sus ojos que se tornaban de un color amarillento gracias a su máscara color plata.
Meta Knight
Comienza otro día en aquel ajedrez maldito dando la impresión de ser eterno, sin que haya nadie capaz de darle el final por miedo a perder una pieza….la diferencia…es que ahora el peón no ha coronado…si no un alfil. Los tímidos rayos de sol por la mañana, se asomaban por la ventana a saludarle dulcemente, como siempre lo hacían. Cubrió su rostro con la sábana de su cama para seguir durmiendo. De pronto, llegaron a su mente los recuerdos de anoche, por lo que ahora, gracias al ataque adelantado de los Edotenienses sería….-El rey de Mushroom…-Habló para sí.
Le parecía increíble que pudiese ser el regidor de un reino. Sabía que era un trabajo laborioso, y no todo eran lujosos vestuarios y sublimes fiestas diarias. Ya levantado de la cama, comenzó a estirarse un poco, bostezando a la vez. Su cabello azulado no dejaba de estar alborotado, eso le gustaba…en parte, pues a veces le estorbaba demasiado para ver entre la oscuridad. Por algo se había levantado, y no sólo por el hecho de ser un rey, si no, también para cambiarse, colocándose su ropa habitual de caballero.
Salió del cuarto encontrándose en las afueras de este, a uno de los servidores de Peach, mostrándole un traje digno de un rey. Una camisa azul marino, decorada por los bordes de un color dorado, un pantalón negro cuan noche oscura en el reino. También traía en manos una capa de color morada como la suya, la única diferencia era que tenía marcada la bandera de Mushroom. Miró confundido al sirviente por unos momentos, hasta que al fin se dio cuenta de que debía cambiarse…otra vez. Tomó las prendas, para después soltar un sutil “gracias” y meterse a la habitación nuevamente, dispuesto a cambiarse.
Minutos después, salió de su habitación con la ropa ya puesta. Se sentía algo incómodo usar otras prendas a las cuales no estaba acostumbrado. Eran ropas finas y que al menos él, las sentía muy “delgadas”. Entre sus compañeros restantes, llamaba mucho la atención, por lo que le hizo sentir incómodo. En lo que llevaba en Mushroom, había recibido múltiples miradas de ese tipo, la diferencia de estas, era que parecían estar llenas de envidia o desprecio. Antes de siquiera poder desayunar, un trio de sirvientes se encargaron de llevarlo a las afueras del castillo e ir al centro del reino.
No sabía exactamente cuál era la idea de que los reyes y las personas de clase alta, deban de comer en lugares refinados, evitando mezclarse con clases “inferiores”. Le molestaba que le explicasen eso, odiaba que las personas usaran las “clases sociales” como si verdad fuesen de gran ayuda para el respeto. Gracias a ello, se menospreciaba a las personas con pocos o nulos recursos. Lo único que quería hacer en ese mismo instante, era correr lo más rápido que puede, e irse directo al castillo, volviendo a ser el caballero que era antes.
Lo que menos quería en aquellos momentos, era volverse alguien tan ruin y que sólo se interesase por sí mismo, que no le importasen demás. Temía en convertirse en alguien tan hipócrita como la joven rubia. Llegaron a un restaurant de muy buena calificación entre las personas de “clase alta”. Decorado de las más costosas obras de arte, creados por los mejores artistas de Mushroom. Comida exquisita, resaltando más de lo que ya, la extensa gastronomía que el reino contenía desde hace décadas. Mesas envueltas entre telas blanquecinas y finas, encima de ellas, los cubiertos más refinados que cualquier otro restaurant quisiese en sus míseras mesas de “clase baja”.
-Aquí es donde desayunará Sr. Meta Knight…-Pronunció uno de los sirvientes que le acompañaban. Hace mucho que nadie se refería así de él, pues desde que llegó a Mushroom, sólo le conocían por tener fuerza y ser caballero, por lo que no le sorprendía que casi de nadie se refiriese así. Poco a poco, el trío de sirvientes fueron retirándose del lugar, dejando solo al joven caballero sin saber que hacer exactamente. Buscó entre las mesas algún rey o reina que pudiese reconocer con la vista, sin embargo, no encontró a ninguno.
-Disculpe…-Oyó una tímida voz, proveniente de uno de los tantos recepcionistas.- ¿Usted es el representante de Mushroom? –El caballero asintió con la cabeza. ¿Por qué parecía tenerle tanto miedo? ¿Qué había hecho la joven princesa como para plantar el terror entre los ayudantes de aquel lugar?, vaya que el oji-perla tenía muchas cosas que aclarar con ella.-Bueno…sígame por favor…-Meta Knight siguió al recepcionista, quien lo guió a una extraña habitación donde al fin encontró lo que buscaba. Eran reyes y reinas, sentados en una gran mesa, donde compartían palabras y risas. De diferentes reinos, fueran principales o terciarios. El recepcionista se retiró abatatado de la habitación, haciendo que el joven peli-azul se quedase nuevamente solo.
Eran demasiadas personas, risas y palabras, estaba acostumbrado gracias al desastre que se hacía diario durante el desayuno en el castillo, sin embargo, aquí se sentía incómodo. Aquellas voces no le sonaban familiares, aunque no le sorprendía, después de todo, no conocía a nadie más que por el rostro. Buscaba con la mirada algún asiento disponible en la gran mesa. Encontró asiento, pero no sólo uno, sino tres. Imaginó que uno le pertenecía a él y los dos restantes a Daisy junto con Karen. Decidió sentarse en el asiento de en medio, evitando cualquier conversación, lo que más deseaba en aquellos momentos era que el tiempo avanzase más rápido, logrando irse de ahí…pero…era como si todo estuviese en contra de él. La comida se veía apetitosa, pero su hambre había desaparecido. Extrañaba…poder cocinarse algo por sí mismo, intercambiar palabras con sus más fieles amigos sin que nadie les tachara de locos dementes, gritar groserías al por mayor, pelear por tonterías para después reconciliarse…como lo era su rutina habitual .Las horas que más parecían días para el joven caballero, pasaron horriblemente lento. Cuando al fin les permitieron retirarse, todos se levantaron de sus asientos, dispuestos a irse a sus respectivos reinos. Cuando el peli-azul salió de la habitación, fue escoltado todo el camino de regreso al castillo por el mismo trio se sirvientes que lo trajeron hasta aquel lugar. Suspiró aliviado al saber que por fin pudo salir del restaurant y volvería al castillo. Cuando llegaron, la puerta fue abierta como si se hubiese dado la orden a escondidas. Se adentró en el castillo, volviendo a suspirar, sentía tanta felicidad de volver.
Fue con presteza a su cuarto, quería cambiarse aquella ropa tan molesta e incómoda. Antes de poder si quiera darle vuelta a la perilla de la puerta, una voz le interrumpió.-Sir Meta Knight…lamentó que no podrá quitarse el vestuario en toda la tarde, tiene que arreglar unos asuntos con el rey Himju…-El caballero suspiró harto. Si antes pensaba que ser rey era difícil, ahora sabe que es peor que eso…es más como un infierno para el que no esté acostumbrado.
-Yo puedo encargarme…-Pronunció una voz conocida para sus oídos, claro, era la de su mejor amigo, Mario. Una leve sonrisa apareció en su rostro, pensaba que seguramente el castaño le salvaría de esta pero… ¿realmente sería así? Iba a gritarle un “gracias” y meterse a su cuarto, cuando de pronto, el castaño recomenzó a hablar.- Después de todo… soy el esposo de Peach…-Al terminar la oración, dirigió su mirada al caballero. Era una mirada que reflejaba deprecio, odio y rencor a la vez, una combinación espantosa. Si no fuese porque el joven oji-perla traía aún la máscara puesta, se hubiese visto a simple vista su expresión de miedo. Nunca se imaginó que el castaño le mandase tal mirada, y lo peor, es que no parecía que fuese una broma como las que normalmente hacía. Retrocedió algunos pasos, intentando perder la penetrante mirada de Mario.
-P-Pero el encargado del reino es…-Antes de que el pobre sirviente pudiese terminar la oración, fue silenciado bruscamente con la respuesta llena de furia que soltó el castaño.
-¡¿Acaso él es el esposo de Peach?! –El caballero tragó saliva. Quería gritar “¿Qué carajos te pasa, Mario?”, sin embargo, tal y como se veía la situación, lo único que causaría era que el enojo de su “amigo” se elevase aún más. Apegó su espalda a la puerta de la habitación, tomando con una mano la perilla de esta. Estaba a punto de darle la vuelta para abrirla, cuando el sirviente, habló nuevamente, esta vez su voz se oía entrecortada, como si estuviese a punto de romper en llanto.
-N-No…pero fueron las órdenes de la princesa, no puedo romperlas, lo siento…-El castaño dirigió su mirada al temeroso sirviente, siendo la misma que le dedicó al caballero, llena de rencor y odio combinados. El sirviente retrocedió algunos pasos, intentando alejarse lo más que podía, pensando que así podría quitarse aquella mirada asesina de encima. Meta Knight quería gritarle a Mario que se calmase, pero eso empeoraría las cosas, seguramente más de lo que ya, por lo que decidió quedarse en silencio.
-Bien…-En la voz del castaño podía notarse la resignación, intentando ser solapada con un tono sosegado.- Pero sólo te advierto que YO me encargaré de que eso cambie…-Su mirada volvió al caballero, quien aún presenciaba aquella escena. Quedó perplejo al presenciar una nueva cara de su “amigo”. Tomó la perilla con fuerza, amenazando con romperla a causa de la fuerza ejercita con tal agarre. El castaño dio media vuelta para después, irse de aquel lugar, dejando como recuerdo, el oscuro y frío silencio, dando la impresión de ser eterno y negarse a irse. El peli-azul giró la perilla hasta que la puerta se abriese. Antes de entrar, nuevamente la voz del sirviente le detuvo.
-Sir Meta Knight…-Aún tenía aquel tono abatatado en su frágil voz.- ¿Irá? –Su mente estaba lista para recibir un rotundo “No” como respuesta, acompañado de la fúnebre voz y mirada sin vida típica del caballero, sin embargo, sucedió todo lo contario. Meta Knight cerró la puerta, intentando no hacer un escándalo al cerrarla y no alterar más de lo que ya al joven sirviente. Contestó con tono sosegado a la vez que bajaba la mirada hacía el piso.
-Si…no tengo otra opción de todos modos –Fue una respuesta completamente diferente a la que realmente esperaba, ¿acaso el caballero se había tentado el corazón para responderle de aquella manera tan sutil y amable? Bajó el largo camino de escaleras, sus pasos metálicos resonaban por toda la sala gracias al gran silencio. Ni siquiera se molestó en dirigir su mirada aperlada al sirviente, solamente se dirigió hacia la puerta principal del castillo y salió de este.
Ya estando fuera, se recargó en la puerta soltando un gran suspiro hacía el cielo que comenzaba a oscurecerse ¿cuánto tiempo había pasado ahí adentro para que tales horas hubiesen llegado? Aún no podía creerse el hecho de ser rey, no sabía qué hacer ni mucho menos cómo lo debía hacer. Con sólo ver no se aprende, y hasta ahora lo había comprobado. Toda su vida estuvo rodeado de castillos, reyes, estrategias, etcétera, sin embargo, no sabía la mayoría de las cosas que debían hacer, por lo que era un principiante en esto. Se dejó caer al suelo, recargando sus manos en este, dejando que su larga capa color morada le abrigase, como si fuese su más fiel protector. Su cabello azulado cubría su máscara y rostro, impidiendo que sus ojos desprendiesen el brillo tan sublime que los caracterizaba.
La puerta fue tocada tres veces consecutivas, sacando al caballero de sus pensamientos.- Emmm… ¿Sir Meta Knight?...-Era la voz abatatada del sirviente, ¡la única voz que esperaba con ansias escuchar de nuevo! Se levantó del piso, sacudiendo con sus manos el fino traje que vestía en esos momentos. Acomodó su cabello azulado que le impedía ver bien. Contestó sosegadamente casi al instante “Ahora, si no es mucho problema… ¿podrías llevarme con ese tal “Himju”? El sirviente asintió con la cabeza, como si verdaderamente el caballero hubiera visto su acción tras la gran puerta que separaba a ambos muchachos.- Permítame un momento…-Los frágiles pasos del muchacho fueron disminuyendo su intensidad cada que iba alejándose de la puerta principal. Pasaron algunos minutos hasta que la gran puerta volvió a abrirse frente al caballero. Era el mismo trio de hace algunas horas. Una leve sonrisa se formó en los labios del joven peli-azul…Parecía estar más calmado, que su mente había olvidado todo lo anterior, que ni siquiera recordaba por qué había salido del castillo, sin embargo…la verdad era otra. Su mente estaba repleta de preguntas sin respuesta aparente, “¿Qué fue lo que le pasó a Mario? ¿Por qué se comportó de aquella forma? ¿Cómo fue que su mirada llena de sinceridad, fue convertida en una mirada rencorosa? ¿Me odia? ¿Debería volver a ver su estado? ¿Nuestra amistad se rompió? ¿Estaba celoso? ¿Por qué aquella mirada?”…Sufría por dentro. Seguramente, si estuviese solo en una habitación cerrada, donde ningún ruido pudiese oírse desde fuera, hubiera roto en llanto, desatando su dolor y culpa interna con aquellas pequeñas gotas saladas que salían de los ojos. Llegaron al reino de “Yadorogi”, el cual no se encontraba muy lejos de Mushroom, unas dos horas por lo máximo. Gracias al “Rey de Mushroom” actual, ambas naciones pudieron llegar a un acuerdo de alianza, dejando atrás su rivalidad. “Deberías quedarte como el gobernante de Mushroom, para ser nuevo eres bueno en esto” Aún recordaba las palabras del rey de aquel lugar… ¿En serio era tan bueno como decía ser?... Sólo él podía contestarse esa pregunta, por lo cual decidió olvidarse de ella.
Llegó el fin de aquel horrible día, alguna vez pensó que ser el primer alfil que coronó en ese juego, lo haría alguien más “fuerte y magistral”, sin embargo, fue peor de lo que pensaba. ¡Era un maldito infierno!, ahora entendía perfectamente el estrés de la joven rubia, ¿cómo es que podía aguantar tanto?...o quizás simple y sencillamente fuese un exagerado al no estar acostumbrado. No volvería a aceptar aquel cargo, no podría soportarlo. Estaba acostumbrado a trabajar y a luchar, no a ir de un reino a otro sentado sin hacer nada en un maldito carruaje de la “realeza”. Que todos le preguntasen cosas estúpidas como “¿Qué opina de la clase baja? o ¿Tendría un amigo de esa clase sin importarle la opinión de los demás?” ¿Qué tenía de malo tener un amigo de “Clase baja”? ¡La discriminación era horrible! Se encontraba acostado en su cómoda cama, con una pijama liviana, estaba hartándose de aquella ropa. Toda su concentración estaba plantada en la pared de su cuarto. Imaginaba cosas sin sentido alguno, con el propósito de distarse un rato y reírse de sus propias estupideces. Al poco rato se aburrió de no hacer nada, por lo que tomó uno de sus cuadernos de madera, una pluma y comenzó a escribir…
“Un día difícil para este alfil, que ahora entiende un poco lo que la dama y el rey deben de hacer durante todo su mandato…hasta morir. ¡Es un maldito infierno! ¿Cómo jodidas lo soportan cada día? ¿No se hartan? Seguramente el ser nuevo me hace un poco más “exagerado” sobre este tema, pues de todas maneras, es mi primer día, por lo que no estoy muy acostumbrado a esto. Debo regresar a ser el caballero que era antes, estar destinado a morir por el reino…y no quedarme de brazos cruzados viendo como mueren por mí, por ser un rey, por mantenerme con vida. Huir como un cobarde, cual presa intentando salvar su mísera vida…sin que me importen las demás. Sé que algunos reyes no se comportan de esa forma, sin embargo… la mayoría sí. No quiero terminar siendo como ellos, una persona tan ruin…tan hipócrita. Peach…La “Dama” en el ajedrez, la más “fuerte” en este…ciertamente no sé a quién creerle…”
Cerró con furia el cuaderno de madera. Aventó la pluma lo más fuerte que pudo, incluso, rompiendo la ventana del cuarto. Lanzó al piso el cuaderno, causando un ruido realmente molesto para una habitación silenciosa. De sus ojos aperlados, resbalaban lentamente hacía sus mejillas, lágrimas cristalinas las cuales desataban su dolor interno. Su máscara impedía verlas, sin embargo, sus sollozos le delataban.
(Mensaje oculto por pendeja (?)
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