Ángeles y Demonios
Preparados para el ataque
Capítulo IV
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Karen
Quedaban pocas horas para poner la estrategia en pie. Algo improvisada pero algo es algo, Alejandro como siempre muy conformista. Salían los guerreros montados en caballos, los esclavos capturados en guerras anteriores se mentalizaban que pronto morirían de la peor manera posible, maldecían su poca suerte de estar vivos, odiaban el hecho de vivir, ¿de qué serviría? serían siempre los estúpidos y míseros peones.
Karen vestía una armadura metálica de color violeta, y en el pecho, el símbolo de los revolucionarios. Su espada resplandecía con los tímidos rayos de sol que se asomaban por su ventana. Sería un día lleno de sangre y pérdidas innumerables.
La espesa niebla que cubría el reino como si fuese una manta, impedía ver con claridad la trayectoria de los Edotenienses. Alejandro veía con desconfianza a su hermana, quien conversaba un plan alterno con su consejero de nombre Calha, un joven morocho que había sido un esclavo en tiempos anteriores, pero gracias a su gran ingenio y habilidades matemáticas, pudo salvarse de vivir como un infeliz peón.
-Según anteriores registros, los Edotenienses vendrán de la frontera con Sarasaland, aprovechando el clima de hoy…-Decía sosegado, intentando no alterar más de lo que ya a su majestad, aunque por dentro estuviera gritando por ayuda.
Alejandro sentía culpabilidad por escuchar una conversación ajena, pero después de todo, también debía saberlo, no es un enemigo ni mucho menos, aunque no disfrutaba para nada escuchar algo que no era para él.
La voz solemne de su hermana inundó la habitación como un eco eterno.- Deseo terminar la guerra, así tenga que dar mi vida…
-Majestad, si usted muere el reino caerá…
La joven azabache dio un manotazo con furia en la mesa, para luego hablar con el mismo tono.- ¡¿Qué te hace pensar que Alex no podría gobernar?!
Calha retrocedió dos pasos para alejarse de la joven, sabía que en cualquier momento podría acercarse a él y matarlo. Habló con firmeza, intentando disimular su miedo ante ella.- Disculpe majestad…pero no creo que el reino se mantenga sin su pilar más fuerte…
Karen alzó aún más su tono de voz. Con un tono cruel que nunca antes había utilizado, contestó.- Alex puede gobernar igual o mejor que yo…mejor cállate si no sabes nada ¿bien?
El joven morocho asintió con la cabeza, mientras veía como su majestad se retiraba del cuarto con una lóbrega y despiadada mirada. Cayó al suelo de rodillas, quería romper en llanto, pero eso lo dejaría como un inútil.
Alejandro, sin pensárselo dos veces, entró al cuarto con preocupación, para encontrarse con Calha tirado en el suelo. En su mirada se reflejaba el dolor y miedo que tenía en aquel momento, nunca se había sentido tan mal.
-Calha, ¿estás bien? –Preguntó dulcemente.
El joven morocho levantó la vista al oír la sesga voz de Alejandro. Aclaró su garganta un momento, para después contestar.- Si, gracias –Se levantó lentamente del piso, y al ya estar en pie, sacudió con una de sus manos su fino vestuario, una camisa color carmesí con botones de oro relucientes.
Se acomodó cuidadosamente el pañuelo que tenía alrededor del cuello para después mirar al joven castaño.- Sir Alejandro… ¿usted desea pelear?
El anterior mencionado alzó su puño con decisión y exclamó con el mismo tono.- ¡Claro que quiero!, ¡es el reino de mi hermana! ¡Es por ella sobre todo!...
En el rostro de Calha apareció una leve sonrisa, tenía fe en que podría luchar como un guerrero de la guardia real, sin detenerse ni mirar atrás, y si era así, seguramente sería sólo para darse un impulso. Tomó ambas manos del joven y susurró en tono sosegado, como siempre lo hacía.- Sir Alejandro, tengo fe en usted, podrá defender el reino tal y como un fuerte guerrero revolucionario lo haría, disculpe por lo que dije anteriormente de usted…
-No se preocupe…yo…bueno…no soy muy valiente, además, no creo que yo pudiera gobernar un reino…-Dijo con nerviosismo. Todo era verdad, se creía incapaz de poder gobernar tan bien como su hermana lo hacía.
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Entre la espesa y sofocante niebla podía observarse la figura esbelta de una joven, sus cabellos rizados danzaban con el intenso viento de aquel momento. Su ojo verdoso brillaba casi con la misma intensidad que la celestial luna por las noches. Su otro ojo se encontraba cubierto por un parche de color negro.
Sostenía con una de sus manos, una pesada espada reluciente, que iba dejando un camino entre la tierra cada que la punta rozaba con el suelo. Su capa color carmesí, danzaba con elegancia cada que el viento la golpeaba.
Sus botas metálicas resonaban con cada paso que daba, aunque el camino fue hecho de piedras traicioneras, sus pasos eran rectos, nunca caía a retomar el paso y evitar caerse. Susurraba en un idioma incomprensible para su tropa que venía detrás.
-La vengeance est douce, dès que les révolutionnaires tombent, les autres iront par le même chemin... –Aquella oración podría traducirse como “La venganza es dulce, una vez que los revolucionarios caigan, los demás irán por el mismo camino...”. Lo decía con tanto odio, que algunos de los miembros de su tropa, decidieron alejarse.
Una segunda voz, ni tan aguda ni tan grave, respondió en el mismo idioma.- Ne vous donnez pas beaucoup d'illusions, vous avez été borgne, pensez-vous pouvoir contre eux? –Esto podría traducirse de la siguiente forma “No te hagas muchas ilusiones, a ti te dejaron tuerta, ¿crees que podrás contra ellos?”.
La joven de cabellos rizados, miró con desprecio al poseedor de aquella voz, que se encontraba montado en un caballo.- Bueno, ¿tú que traes? ¿No te cansas de molestar, Josmar?
El anterior mencionado, respondió con sorna.- No es que te esté molestando, sólo que tampoco te pases, crees que eres invencible…
-No me creo invencible…soy invencible –Dijo egocéntrica. Creía que era el centro de atención, que los demás no tenían necesidades, que ella era más importante que los demás, que era la única que debía sobrevivir. Por esas y múltiples razones nunca tuvo amigos de verdad, el único que se quedó junto a ella fue Josmar.
Meta Knight
Se encontraba acostado en su cama, durmiendo como un niño, por mucho tiempo no había descansado realmente bien. Muchas de sus preocupaciones se fueron al caer en aquel profundo y dulce sueño. Era uno de esos pocos días en donde no le importaba en lo más mínimo que le pasara a la princesa, su única preocupación era dormir, algo muy raro en él.
Soñaba…en aquellos días que podía vivir en paz, sin ningún rastro de maldad, y aun cuando la “guerra civil” llegó, su ánimo nunca cayó al suelo. “Jilo”, como se le llamó alguna vez al pueblo en el que vivía, se convirtió en el lugar más peligroso de Pop Star.
Extrañaba a sus amigos, nunca lo negaba, aunque casi nunca lo demostraba. “¿Alguna vez los volveré a ver?”, se preguntaba en aquel sueño. Escuchaba el canto de los niños, como la suave brisa hacía danzar las hojas de los árboles, el ritmo con el que las pequeñas olas de agua chocaban con la orilla del rio.
Una voz tranquila le susurro “¿Te gusta tu sueño?, en ese momento se despertó, encontrándose con el rostro joven de Martín. Todavía adormilado y mareado por despertarse tan bruscamente, preguntó.- ¿A qué te refieres con eso?...
Martín sonrió dulcemente.- Olvídalo, sólo era una broma…-Desvió su mirada color zafiro, mientras en su rostro brotaba un leve rubor.- Oye, duermes mucho ¿no?
El peli-azul soltó una risilla para luego contestar.- Muy rara la vez que duermo de esa manera…no soy de esas personas que…-Antes de siquiera terminar la oración, un sonido de al parecer un cañón interrumpió la conversación. El estruendo fue tan fuerte, que hasta Mushroom llegó.
¿De dónde provino aquel ruido?, era la preguntaba que rondaba la mente de ambos jóvenes en ese momento. Meta Knight se levantó con presteza de la cama, y al ya estar de pie en el suelo, se asomó por la ventana de su cuarto, encontrándose con lo peor…Martín observaba atemorizado la misma escena que su caballero.
Un río de sangre chocaba con el castillo, Revolution y Mushroom estaban demasiado cerca, por lo cual no era tan difícil ver lo que pasaba en ambos reinos. Revolution estaba en peligro de caer. Meta Knight salió corriendo del cuarto, mientras Martín intentaba seguirle el paso.
El más alto de los dos gritó a todo pulmón.- ¡EL PUENTE CAE! –indicando que Revolution estaba en problemas, demasiados. Como para que la sangre de las múltiples personas que habían muerto defendiendo el reino, llegase hasta el castillo de Mushroom...los revolucionarios no tardarían en despedirse de su reino, o lo que quedase de él.
Karen
Estaba a punto de tirar la toalla, eran tantos los Edotenienses, que ni su mejor estrategia hubiera servido. Su armadura pintada de aquel color carmesí, tan característico de la sangre, le hacía recordar que no debía rendirse, aunque la situación estuviese empeorando, nunca debía darse por vencida.
Los cañonazos, los ruidos de las espadas chocando, el trotar de los caballos, los gritos de guerra de los valientes caballeros, conforme pasaba el tiempo, fueron cesando, hasta dejar el campo de batalla en un profundo y cruel silencio.
La joven azabache, con la poca energía que le restaba, se puso en pie en aquel rígido suelo y buscó por todas partes a su hermano y a su consejero. Su armadura estaba hecha añicos, lo único que quedaba de esta era el escudo y las botas.
Ya sin fuerzas, la joven se recargó en una piedra esperando la muerte. Pensaba que iba a morir sin ver por última vez a su amada, pero la reconfortó el hecho de que volvería a estar con ella en la muerte, que nunca más volverían a separarse.
Una voz femenina conocida para ella, la sacó de sus pensamientos.- My lady~…estoy aquí
Alzó la mirada, para encontrarse con la figura delgada de su amada, Yasahime. Creía que era un sueño, pero…no era así. Sus ojos grisáceos la miraron con amor. En su rostro blanquecino, podía notarse como una pequeña sonrisa había aparecido. No podía creerlo, todo era tan irreal; sin pensárselo dos veces, abrazó con fuerza a la joven peli-plata. Sentía como lágrimas cristalinas recorrían sus mejillas, la diferencia de estas es que eran lágrimas de amor, de emoción pero sobre todo, de agradecimiento.
La joven Yamamoto correspondió al cálido abrazo, extrañaba sentir aquella sensación, la calma que sentía cada que su ama la abrazaba, era inigualable. Karen, con un nudo en la garganta, habló.- Te extrañé…Yasahime…
La peli-blanca respondió con aquella voz tranquila característica tan de ella.- Yo también la extrañé…my lady…-Rompió el abrazó, para después juntar sus labios con los de la joven azabache. Esta correspondió al beso, fundiéndose en aquella dulce sensación.
Segundos después rompieron el beso por falta de aire, luego volvieron a abrazarse. Ambas deseaban lo mismo, nunca volver a separarse.
Calha
Cuidadosamente, procurando no hacerle más daño de lo que ya, curaba al joven Alejandro, quien tenía una herida no muy profunda en su brazo izquierdo. Dolía demasiado y lo sabía. Su responsabilidad en aquel momento era cuidar del hermano menor de su majestad. Intentaba calmarlo cada que el joven castaño sollozaba por el dolor.
-Sir Alejandro…aguante un poco, usted es fuerte, una simple herida no hará caer a un guerrero tan fuerte como usted…
El joven cerró sus ojos a causa del dolor.- Claro, como a ti no te dañaron…
Calha habló sosegado, aunque en realidad el comentario anterior del joven castaño lo hizo sentirse un poco avergonzado.- Yo alguna vez fui un esclavo de su hermana, y el dolor de los golpes es aún más intenso que este…-Dio la última vuelta de la venda en el brazo herido del joven.
-Gracias Calha…-Agradeció mientras miraba su brazo vendado.
-No es nada –Contestó con una leve sonrisa en su rostro.
Ambos estaban en uno de los cuartos de protección del gran castillo, alumbrado por un pequeño y viejo foco de luz amarilla, que contrabajos alumbraba media parte de este. Había un botiquín de emergencias y productos de primera necesidad, como agua, comida enlata etcétera. El máximo de personas que podían refugiarse ahí era dos, por lo cual, podían pasar varias cosas en aquel cuarto
El joven morocho acomodó su rebelde cabello detrás de su espalda, mientras miraba las acciones del menor. Como su majestad le había dicho, Alejandro era algo infantil para su edad, y aunque entendía perfectamente como era el mundo que lo rodeaba, no le daba ni la menor importancia a las cosas malas, sólo se centraba en lo bueno.
Pasaron algunos minutos en aquel angosto cuarto, hasta que Calha decidió salir y ver qué había pasado.- Es seguro…-susurró. El castaño lo siguió hasta salir del cuarto. Cuando se dirigieron a las afueras del castillo encontraron una catástrofe.
Ríos de sangre carmesí, partes de cuerpos mutiladas, caballos agonizando…Se sentía el odio en el aire, los gritos de guerreros resonaban sutilmente en donde hace pocos minutos había sido el campo de batalla.
Parecía que todo está perdido, que su reina estaba entre los escombros, e inclusive, entre los guerreros que habían muerto defendiendo el reino.
Calha estaba a punto de romper en llanto, el hecho de pensar que su reina estaba muerta, hizo que su ánimo cayera hasta el piso. Pero Alejandro veía atento un punto fijo, al parecer en el norte.- Sir Alejandro… ¿qué mira? –Preguntó con un nudo en la garganta, por más que no quisiera demostrarlo, era más que obvio que estaba sufriendo por dentro.
-Calha…esto…cómo preguntarlo…-Decía con nerviosismo, mientras miraba a el consejero de su hermana.- Mi hermana era… ¿lesbiana?
-¡Sir Alejandro! ¡No es un buen momento para preguntar la orientación sexual de su hermana! –Exclamó con ímpetu.
-¡Claro que lo es! –Exclamó con el mismo tono, sólo que un poco más infantil.- ¡Mi hermana se estaba besando con su “amiga”! –Señaló el punto en donde miraba anteriormente.
Calha miró el punto señalado por el joven, encontrándose con aquella escena descrita por Alejandro. En su rostro blanquecino, apareció un sonrojo enorme, que incluso para esconderlo, tuvo que abrazar al joven castaño.
-¡Calha! –Exclamó sorprendido, nunca había visto al joven morocho tan sonrojado, o al menos en el tiempo que llevaba con él.
-¡L-Lo siento! Es que nunca había visto a la joven Karen besar a alguien…y menos a una mujer…-Dijo sin soltar al castaño. No se separó de él por un buen rato, según, su pecho era muy cálido y cómodo.
Pasaron los minutos, todo se aclaró. Karen no dejaba de abrazar a su amada, y si querían separarla, empezaba a gritar groserías, vaya que la quería mucho. Alejandro aún seguía con una duda “¿Por qué había sentido tan bien que Calha lo abrazara?”, era cierto que no había sido abrazado por nadie en mucho tiempo, quizás, más de lo que imaginaba, pero cuando el joven morocho le abrazó, sintió una cálida sensación, incluso disfrutable.
Mushroom
-Ay, que pinche aburridera…-Decía una voz varonil.
-¡Cállate Hideaki! –Exclamó el joven Okami. Estaba harto de que siempre su demonio interior, o como él se refería, su “niño interior”, pues era demasiado infantil, lo molestara siempre que pudiese.
-Que este reino no tenga nada de interesante no es mi culpa –Respondió con sorna.
-¡Te dije que te callaras!
-Y si no quiero ¿qué? –Exclamó intentando desafiar a su compañero.
-Nos verán como unos locos…-Susurró para ambos.
-¿Nos? me suena a muchos, te recuerdo que no me pueden ver a menos que me dejes tomar el control del cuerpo, dah –Hideaki era demasiado molesto para el gusto de Hikaru. Aunque tenía sus ventajas, nunca se sentía completamente solo, tenía alguien con quien platicar un rato sobre tonterías, pero había veces que no lo soportaba.
-Hay veces que me pregunto… ¿cómo chingados terminé atado contigo? –Preguntaba el castaño algo molesto.
-Pues si no hubieras nacido como un demonio, quizás –Resaltó.-No estuviéramos los dos juntos…
Antes de que el joven Okami pudiese decir algo, su hermano menor, Martín, entró con presteza al cuarto, para después abrazarlo mientras sollozaba con fuerza.- ¡Hikaru!...
El castaño abrazó a su hermano con preocupación, para luego preguntarle.- ¿Qué pasó? ¿Te hizo algo ese maldito? –Pronunció con rencor la última pregunta.
-¡No metas a mi caballero en esto! ¡Él no es malo!... ¡Incluso avisó a todos que Revolution está a punto de caer!
Hideaki, al escuchar las últimas palabras de Martín, se entusiasmó, tanto, que comenzó a gritar.- ¡HIKARU! ¡DEJÁME TOMAR EL CUERPO!
Este último mencionado, susurró lo más bajo que pudo, de modo que ni el joven de cabellos nevados pudiese escucharlo.-Ahora no, esto es serio, Revolution está en peligro de caer…
-¡PRESISAMENTE POR ESO CABRÓN! ¡DEBEMOS DE IR A AYUDAR!
Hikaru suspiró resignado.-Esta bien, pero sólo será cuando lleguemos al reino ¿bien?
-¡Claro que sí! –Exclamó emocionado.
Recorrerían un camino muy largo para llegar a la frontera con Revolution, sin olvidar los cambios tan bruscos de temperaturas que tendrían que soportar. Una parte de Sarasaland se conecta directamente a Revolution, por lo cual, a mitad del camino, un calor extremo a causa de las altas temperaturas del desierto, les daría la bienvenida.
Un bosque de coníferas, donde empieza una temperatura apenas soportable para nuestros protagonistas, sería algo difícil de cruzar, ¿por qué? El brusco viento que normalmente azota fuertemente las hojas de los árboles, haría que cualquiera de ellos saliera casi volando.
Lo último sería un frío intenso correspondiente a un clima polar, siendo lo más normal para los Revolucionarios y Edotenienses. El sol, rara vez podía mostrarse completamente sin que una nube extensa o una neblina espesa lo cubriera.
Caminaban por los extensos desiertos de Sarasaland. Apenas llevaban unos 2 kilómetros y ya empezaban a cansarse. El calor en esta época del año era más intenso de lo normal, por lo que hacía casi imposible cansarse, pero todo era por los revolucionarios.
Llegaron a la zona templada después de unas horas, sabían que ya era demasiado tarde, por lo cual mandaron una carta a la reina Karen, para saber su estado actual. Al menos detendrían a los Edotenienses.
-Ese pinche calor se estaba pasando de madres…-Habló molesto el joven Hideaki.
-¿Podrías dejar de ser tan vulgar? –Hikaru preguntó fastidiado. Como siempre, su demonio interior lo sacaba de quicio cada que podía y quería.
Meta Knight iba caminando junto Martín. Miraba algo confundido cómo Hikaru parecía hablar solo, a lo que pregunta.- Martín… ¿Tu hermano habla solo?
El joven de cabellos nevados soltó una risilla para después contestar.- No, de hecho habla con su demonio interior, sólo él puede oírlo
-¿Demonio Interior? –Preguntó sorprendido. Había leído sobre personas que habían sido poseídas por un demonio, pero nunca de alguien que tuviese un “Demonio interior” o algo parecido.
-¡Sí!, su demonio se llama Hideaki, es gentil y un poco infantil, pero cuando se toma las cosas en serio, puede matar a su enemigo con un golpe.
El joven caballero sintió como un escalofrío recorría todo su cuerpo, no era de esas personas que se abatataban tan fácil, pero tan sólo con aquella descripción que Martín le había dado, supo inmediatamente que era un enemigo duro.
-Vaya…-De pronto, comenzaron a oírse gritos de felicidad, el trotar de caballos, platicas sin mucho sentido en realidad y sobre todo, ruidos de cadenas que se arrastraban por el piso. Llevaban cantidad de esclavos que ahora, estarían a merced de los Edotenienses, listos para ser sacrificados o incluso para usarlos como simples mascotas.
-¡Son los Edotenienses! –Exclamó el joven Mario, dando aviso de que el rival estaba acercándose.
-Dime algo que no sepa... –El caballero contestó con sorna. Los cuatro jóvenes habían escuchado los múltiples ruidos, por lo cual ya era de suponerse que el enemigo estaba cerca.
-Pero, no son todos…-Susurró con miedo el joven de cabellos nevados.
-¡¿Cómo que no son todos?!
-Es apenas una tropa, según lo que Karla nos contaba, una tropa podría parecerse más al clan completo, pero apenas si es menos de la cuarta parte de todos…
Los tres restantes quedaron en shock ante la explicación de Martín, eran demasiadas personas como para ser sólo una tropa. Comparada con las tropas de Sarasaland, el reino con más protección de los cinco principales, se quedaba corto.
Una joven de cabellos rizados, dio un paso al frente para mostrar su rosto. En sus labios, había una cicatriz que danzaba cada que sonreía. Uno de sus ojos estaba cubierto con un parche. Puso una de sus manos en su cintura, para después comenzar a hablar.- Vaya, vaya…nos vemos de nuevo…Meta Knight…
El anterior mencionado la reconoció de inmediato, una de las personas que odiaría para siempre. Miro con desprecio y rencor a la joven.- Ariana…
-¡AHORA HIKARU! ¡DÉJAME TOMAR EL CUERPO! ¡YAAAA! –Hideaki gritaba con desesperación, deseaba tanto volver a salir de nuevo, después de tantos años…o quizás sólo algunos meses…
Hikaru suspiró resignado nuevamente.- Esta bien…-Retiró una de las cruces que tenía alrededor de su cuello, el permiso que le daba a Hideaki de dominar su cuerpo.
-¿Me darías la revancha? –Una sonrisa vil se formó en los labios de la joven.
Meta Knight asintió, mientras que de un solo movimiento, sacó su espada reluciente, que brillaba con el poco sol de aquel entonces.-Con gusto…
-Pero no sólo pelearas conmigo, sino junto a toda mi tropa…-Habló recalcando la antepenúltima palabra.
-Entonces yo también pelearé –Una tercera voz contestó. Una extensa y espesa niebla ocultaba al poseedor de aquella sosegada voz. Cuando al fin se dispersó completamente, dejó al descubierto un joven de cabello negro como el carbón, ojos color rubí y una piel blanquecina. Era alto, sin mencionar que tenía un cuerpo bien formado.
Meta Knight quedó sorprendido, no se esperaba a un “demonio” que más parecía humano. Se imaginaba más a un monstruo horrendo de unos 10 metros.- ¿É-Él es…?
-Sí, él es Hideaki…el demonio interior de Hikaru…-Contestó sereno el joven de cabellos nevados.
Continuará…
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